Ayer, al nombrar a mi adorado Millas, alguien compartió conmigo que también le gustaba, e incluso llego a decirme que algunas de mis reflexiones le recordaban a él.
Inmerecido honor y abrumadora comparación.
En abril de 2019, Juan José Millás publicó "La vida a ratos". Aquel mismo mes vio la luz "100 cafés y 2000 paracetamoles".
El 8 de enero de 2013, comencé mi terapia para una enfermedad ya incurable.
Escribe, escribe, para que la locura no te pueda y todo, algún día, sea posible.
Echo la vista atrás y sigo huyendo. Huyendo hacia adelante.
Más de 2100 reflexiones. Amaneceres, madrugadas, que me han hecho aprender a emocionarme por una frase, por una mirada. Me han llevado a que mis ojos, cada día más, entiendan de lágrimas y yo, ya no busque excusas de mota de polvo o picor para esconderlas.
Saber gestionar la derrota, la pérdida o el abandono. Descontar el éxito, aceptarme tal y como me veo en el espejo.
Otro buen amigo, en su día, me comparó con la prosa de Baudelaire.
Me llevó a una madrugada de otoño y, allí, con Charles rebuscamos juntos en nuestras almas. Lo bueno, lo malo, lo mediocre o lo maravilloso, viles acciones, fechorías, delitos de fanfarronería, crímenes de respeto humano o incluso situaciones vergonzantes que nunca confesaré.
Si. Me he ido reconociendo. En aquel primer viaje a Oporto. En los sucesivos. En aquellas cartas desde la galería acristalada con olor a fado, a río, a calles empinadas. Hasta trazar el camino a Ítaca y entender que ese camino es vida.
Seguir girando la cabeza y estar atento a cada lugar, historia o persona que me de pistas para seguir huyendo.
A todo lo que me den las alas.
Mirando a Venus, aunque sea inalcanzable.
Tengo que comprar olivas en el mercadillo, encurtidos, atún. Tomates para ensalada y tal vez alguna cosa más.
Blanki, quiere venir conmigo para que le compre un bolso y así meter dentro todas sus ilusiones, su huida.
Hay que cambiar las ruedas del coche y mañana a primera hora, retomar el apoyo a los sueños, a otras huidas, a otras Ítacas.
No, no soy Millas, no soy Baudelaire. Pero, gracias.
𝐴 𝑙𝑜𝑠 𝑝𝑖𝑒𝑠 𝑑𝑒 𝑢𝑛𝑎 𝑉𝑒𝑛𝑢𝑠 𝑐𝑜𝑙𝑜𝑠𝑎𝑙, 𝑢𝑛𝑜 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑙𝑜𝑐𝑜𝑠 𝑎𝑟𝑡𝑖𝑓𝑖𝑐𝑖𝑎𝑙𝑒𝑠, 𝑢𝑛𝑜 𝑑𝑒 𝑒𝑠𝑜𝑠 𝑏𝑢𝑓𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑣𝑜𝑙𝑢𝑛𝑡𝑎𝑟𝑖𝑜𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑒𝑛𝑐𝑎𝑟𝑔𝑎𝑛 𝑑𝑒 ℎ𝑎𝑐𝑒𝑟 𝑟𝑒𝑖́𝑟 𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑟𝑒𝑦𝑒𝑠 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑚𝑜𝑟𝑑𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜 𝑜 𝑒𝑙 ℎ𝑎𝑠𝑡𝑖́𝑜 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑏𝑠𝑒𝑠𝑖𝑜𝑛𝑎, 𝑒𝑚𝑝𝑒𝑟𝑒𝑗𝑖𝑙𝑎𝑑𝑜 𝑐𝑜𝑛 𝑢𝑛 𝑡𝑟𝑎𝑗𝑒 𝑏𝑟𝑖𝑙𝑙𝑎𝑛𝑡𝑒 𝑦 𝑟𝑖𝑑𝑖́𝑐𝑢𝑙𝑜, 𝑐𝑜𝑛 𝑡𝑜𝑐𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑟𝑛𝑜𝑠 𝑦 𝑐𝑎𝑠𝑐𝑎𝑏𝑒𝑙𝑒𝑠, 𝑎𝑐𝑢𝑟𝑟𝑢𝑐𝑎𝑑𝑜 𝑗𝑢𝑛𝑡𝑜 𝑎𝑙 𝑝𝑒𝑑𝑒𝑠𝑡𝑎𝑙, 𝑙𝑒𝑣𝑎𝑛𝑡𝑎 𝑙𝑜𝑠 𝑜𝑗𝑜𝑠 𝑎𝑟𝑟𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑙𝑎́𝑔𝑟𝑖𝑚𝑎𝑠 ℎ𝑎𝑐𝑖𝑎 𝑙𝑎 𝑖𝑛𝑚𝑜𝑟𝑡𝑎𝑙 𝑑𝑖𝑜𝑠𝑎.
Animo y suerte.
*Párrafo de El loco y la Venus de Charles Baudelaire
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