Llevo ya algunos días pensando en esta carta.
Te la debo. Es mi obligación.
Has sido testigo mudo de todo tipo de situaciones, alegres, tristes; refugio del miedo, de la ansiedad, de la depresión. Lugar seguro de descanso y de protección. De regreso y de huida.
Un portazo, un grito, o cien. Siempre fuiste capaz de llevarnos a la casilla de salida. Fuiste cárcel, paraíso, puente y escala.
El suelo cálido de madera, las paredes con fotos, libros y grandes murales.
Sueños y planes que cambiaron los colores, que hicieron del horizonte una meta.
Noches de insomnio, de desesperación, de espera. Noches de café y estrellas. Amaneceres luminosos, apacibles y reconfortantes.
En cada estancia, una vida. En el pasillo, el cruce, el roce, la mirada.
Lugar de encuentro, de crecimiento, de duda. Vida.
Olores a bizcocho, a galletas, a pan recién hecho, a comida rica.
Colonias frescas y perfumes penetrantes. Abrir armarios, cajones y heridas. Cerrar ciclos, empezar el vuelo, volar alto, muy alto.
Sonrisas, risas, abrazos apretados, buscando fusión de carne y sentimiento.
Hace solo unos días, pasé por ultima vez mis dedos por tu piel. Una cascara vacía, hecha de sangre, hormigón y almas.
Era una tarea difícil, encontrar mejores palabras que las que Blanki escribió.
𝘘𝘶𝘦𝘳𝘪𝘥𝘢 𝘤𝘢𝘴𝘢 𝘵𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘳𝘪𝘣𝘰 𝘱𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢𝘴 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘰.
𝘓𝘢 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘵𝘢𝘤𝘪𝘰́𝘯, 𝘭𝘢 𝘤𝘰𝘤𝘪𝘯𝘢, 𝘦𝘭 𝘴𝘢𝘭𝘰́𝘯, 𝘦𝘵𝘤. 𝘠 𝘮𝘦 𝘱𝘳𝘦𝘨𝘶𝘯𝘵𝘢𝘣𝘢 𝘴𝘪 𝘦𝘳𝘦𝘴 𝘶𝘯𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘴𝘰𝘯𝘢. 𝘠 𝘴𝘪 𝘮𝘦 𝘥𝘪𝘫𝘦𝘳𝘢𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦 𝘤𝘢𝘮𝘣𝘪𝘰 𝘥𝘦 𝘤𝘢𝘴𝘢 𝘮𝘦 ........ 𝘱𝘰𝘯𝘥𝘳𝘪́𝘢 𝘢 𝘭𝘭𝘰𝘳𝘢𝘳 𝘤𝘰𝘮𝘰 𝘭𝘢𝘴 𝘯𝘶𝘣𝘦𝘴.
Querida casa:
Con esta carta, quiero agradecer tu ayuda, tu apoyo, tu protección, tu alma.
Se que a tus nuevos dueños, los cuidaras y protegerás tanto o más que a nosotros y que si un día te dejan, lloraran igual que las nubes.
Siempre serás mi casa. Nuestra casa. Gracias.
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