El sol ha salido por la izquierda. Ya está por encima de los tejados. Tengo que retomar el saludarlo antes de que esté tan alto. En nada, se esconderá tras las nubes en su ascenso.
Ahora el mar, algo más oscuro que el cielo, delimita la línea del horizonte.
Alguien en la zona de casas bajas tiene un gallo, o varios.
Tenía intención de leer las noticias, pero me llama más acercarme a la orilla y caminar por el paseo hasta el pueblo de al lado.
Tengo que centrarme (o no). No estoy de vacaciones en este lugar, por mucho que esté rodeado de gente con gafas de sol, bañadores, pareos y olor a crema solar.
Vivo aquí, o al menos, durante un tiempo no determinado viviré aquí.
Tengo que ir al Ayuntamiento para enterarme de todos los trámites a realizar.
También quiero revisar eso de la plusvalía, cambió en enero.
Faltan, por lo menos, unas 40 cajas por abrir y ordenar. Seguramente habrá que hacer una nueva purga.
Ayer llegaron dos taburetes. El viernes, llegaran otros dos. Hay que pedir la mesa y un armario.
Poco a poco, cada cosa ocupa su lugar. Poco a poco, el lugar ocupa su espacio, delimita la acción.
Sigo trabajando en la distancia. Debo comentarios, estudiar alguna propuesta y dos o tres llamadas de futuro. Una boda en Pamplona (¿Cuánto hace que no voy "de boda"?).
Si, Barcelona también me espera.
Casi a finales de mes vuelvo al desierto. En paralelo arranca otro proyecto.
Fin de semana, cocinar, caminar. Compraré algún vino.
Nada de sueños. Planes.
Planes que habrá que seguir, mientras la vida no decida cambiarlos.
¿Y si los cambia? Volveremos a hacer caso a Bauman:
𝑵𝒐 𝒉𝒂𝒚 𝒐𝒕𝒓𝒂 𝒂𝒍𝒕𝒆𝒓𝒏𝒂𝒕𝒊𝒗𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒏𝒕𝒂𝒓𝒍𝒐, 𝒆 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒏𝒕𝒂𝒓𝒍𝒐 𝒚 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒆𝒓 𝒂 𝒊𝒏𝒕𝒆𝒏𝒕𝒂𝒓
Veré amanecer, de nuevo, con esa mirada de quien no persigue nada especial. Solo disfrutando de la capacidad de esperar, con una satisfacción latente.
Seguimos.
Animo y suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario