Mientras el gallo sigue con su canto a cualquier hora de la madrugada, un grupo de jóvenes pretenden callarlo con cantos de alcohol, arena y vacaciones.
Un felino, se une al coro, con maullido que tiene más de ronroneo; como si buscara hacer un solo, entre tanto cantante.
Las primeras furgonetas de reparto y algún vecino madrugador, iluminan la calle y también se unen a perros que ladran, generando este improvisado grupo de músicos de Bremen, cerca del amanecer.
Preparo el primer café. El cielo se sonroja, y el cinturón de Venus se muestra como preludio del crepúsculo. Las nubes, y el mar, juegan a crear tonalidades, brillos. Una competición de color.
El número de cajas pendientes se ha reducido mucho. En el estudio, sigue habiendo decenas de libros de cocina por ordenar y más cajas.
Alguna vajilla y copas de todo tipo, deberán esperar a poder ocupar su lugar.
Faltan las lámparas, revisión del aire acondicionado, la fila de percheros con la repisa encima, para colocar cuadros y fotos. Pequeños detalles para que el espacio se normalice.
El reloj lo colgaré hoy.
Y después, el estudio. Bufff. No queda nada.
Madrid, 25º. Mira, 17º y nublado, aquí 24º. Costa Nova, 17º. El desierto, 30º.
Llamadas pendientes.
Ahora, los azules lo llenan todo. Y ese gallo, no calla.
Mirlo, te echo de menos. Sigo sin tener claro lo de la plusvalía.
Animo y suerte.
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