jueves, 3 de diciembre de 2020

120 minutos de nada



Jueves.
Me he despertado hace más de una hora. La casa estaba fría, o era yo el que notaba frío por dentro.
Haré el vano intento de no leer las noticias. De creerme de vacaciones en un mundo vacío. No se oye nada. Solo ese ruido sordo de mis dedos sobre las teclas.
De vez en cuando, la caldera se activa. Sigo con frío.
Mi mesa no me hacía sentir cómodo.
Suelo escribir del tirón, sin revisar y sin pararme a pensar mucho. Hoy es distinto. En estas pocas líneas, he invertido ya 23 minutos.
No hay prisa. Estoy de vacaciones en un mundo vacío.
Un poco más de café. Esta tibio. Unas grandes hojas verdes en un improvisado jarrón. Una bola de cristal. Una cabeza de maniquí.
Da gusto esta indolencia.
En la estantería recuerdos. Unos pequeños objetos de tocador, hechos de marfil que, después de 20 años, aún llevan el precio en su interior. La virgen negra, está hecha con una tecla de piano. En la base, hay un símbolo y un número.
Una pequeña campana de metal y, para rematar el conjunto, un extraño animal de cuello largo hecho de papel maché.
Otra virgen llena de colorines, junto a un tenedor de púas retorcidas convertido en obra de arte, un avión verde de juguete y un papel con notas que seguramente dejé ahí hace tiempo.
Me he debido quedar dormido, pero solo ha sido un instante.
Algo húmedo y frío rozando mi mano me ha despertado.
Las vacaciones en un mundo que creía vacío se han acabado.
Casi 120 minutos de nada.
Vamos, Isi, a la calle.
Animo y suerte.
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