No encontraba el momento para terminarlo. Temía esos últimos párrafos.
En la madrugada, como tantas otras veces, me desvelo y busco algo que me relaje y me haga volver a la cama, aunque se que no ocurrirá. Hoy, seguro que no.
Abro el libro y mastico esas ultimas palabras. Soy incapaz de asumir esos instantes en los que, Ramón, con una agenda ya cada vez más reducida escribe mirando a la muerte tras la puerta.
¿Sentiré miedo cuando llegue la agonía?, se pregunta.
Miro hacia la oscuridad del jardín, salpicada de puntos luminosos. Pequeños ojos que me miran. No hay ruidos. Ni coches, ni perros ladrando, ni tan siquiera el maullido de un gato.
En unos minutos, los pájaros comenzaran su actividad.
En la portada, Ramon me mira de reojo y lo oigo repetir esa frase con la que cierra su texto: "𝑴𝒆𝒓𝒆𝒄𝒊𝒐́ 𝒍𝒂 𝒑𝒆𝒏𝒂".
Busco un hueco en la estantería de los libros especiales.
Cerca de 𝑼𝒏𝒂 𝒄𝒐𝒍𝒊𝒏𝒂 𝒎𝒆𝒓𝒊𝒅𝒊𝒂𝒏𝒂 de Juan Ramón Jiménez y al lado de 𝑳𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒑𝒂𝒔𝒂 𝒆𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒆 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐 de Gloria Fuertes.
Al moverlos, me doy cuenta de que 𝑪𝒖𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒚𝒂 𝒏𝒐 𝒔𝒆𝒂 𝒚𝒐 de Carmen Elías, pugna por estar cerca también. Y la 𝑷𝒐𝒆𝒔𝒊́𝒂 𝒄𝒐𝒎𝒑𝒍𝒆𝒕𝒂 de Idea Vilariño, se apunta al grupo.
Recoloco libros, autores y sentimientos, y me recoloco yo mismo. Noto los ojos húmedos y el sueño no llega. ¿Me iré bien llorado?
En nada, amanece.
Y volveremos a creernos inmortales, como ese insecto que se arriesga a quemarse en la bombilla, hasta que el atardecer nos devuelva a nuestros ataúdes.
Animo y suerte.
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