Muchas definiciones ha habido sobre esa conocida frase de Frida Kahlo:
𝗣𝗶𝗲𝘀 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲́ 𝗹𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗼 𝘀𝗶 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼 𝗮𝗹𝗮𝘀 𝗽𝗮´ 𝘃𝗼𝗹𝗮𝗿
Una frase inspiradora.
Un símbolo terrenal (los pies), se une a otro (las alas), aéreo, espacial. Volar, despegarse, del suelo, del lugar que ocupamos. Elevarse.
Sobreponerse a la adversidad, dicen otros. La existencia de ese potencial que tenemos pendiente de explorar.
El psicoanálisis plantea que en esa frase la imaginación es la vía de escape de la realidad, hacia un lugar mejor.
Si lo vemos desde un punto de vista pragmático, puede ser que Frida la escribiera tras la amputación de una de sus piernas en 1953. Una forma de aceptación, de renuncia a esa amputación.
En la mitología griega, Ícaro se contrapone a Frida. Aunque ambos hablan de volar.
Dédalo e Ícaro, su hijo, deciden escapar de la isla de Creta donde están retenidos por el Rey Minos, construyendo unas alas.
Volar, también tiene sus peligros. Si el vuelo es bajo, la espuma del mar mojará las alas y ese aumento de peso producirá la caída al mar. Si el vuelo es demasiado alto, el sol derretirá la cera que une las plumas y el desastre será inevitable.
Seguro que conocéis el final de la historia. El vuelo de Ícaro, se acercó demasiado al sol y acabó precipitándose fatídicamente al mar.
¿Volar? ¿No volar?
Mi texto, hoy, debería haber sido una carta más, de esas que nunca enviaré. Pero, sé que la enviaré, que llegará.
No será fácil aprender a volar.
La espuma del mar puede ser la soledad. Y los rayos del sol, el cansancio, el agotamiento que la vida ha ido poniendo a tu espalda.
Pero, tienes alas. No hay que construirlas. Siempre las has tenido. Serán de mariposa, de paloma o de halcón. Sin prisa, sin pausa. Entrena, agítalas, deja que tomen fuerza y acostúmbrate a ese nuevo elemento, el aire.
Tienes alas, vamos, salta. Sé que lo conseguirás.
¡Vuela!
Animo y suerte.
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