A veces la vida es caprichosa y te hace recorrer caminos ya andados. Puede ser un recorrido literal o a través del recuerdo.
La memoria, la creación de esos recuerdos, nos produce sensaciones reales, pero que con el paso del tiempo pueden rodearse de idealizaciones, errores y frustraciones. Científicamente se ha demostrado que pueden existir recuerdos «verdaderos» y «falsos». ¿Nos engaña la memoria? ¿Nos engañamos?
Pero, como decía, la vida puede llevarte a bucear entre esas sensaciones y generar preguntas que se quedan ahí como la mancha de las picotas. No hay jabón ni olvido que las elimine.
¿Cuál fue el motivo para que dijera, no? ¿Cuál fue el motivo por el que no supe entender?
¿Qué hubiera ocurrido si en vez de tomar el camino de la derecha hubiera tomado el de baldosas amarillas? ¿Porqué lo hizo? ¿Porqué lo hice?
Al igual que el elefante, que desde pequeño está atado a una estaca que no puede mover, y con el paso del tiempo se acostumbra, se convence, de la imposibilidad de moverla bloqueando su libertad, aun disponiendo de fuerza y tamaño suficiente para escapar; así escribimos nuestras preguntas y nuestras dudas en la memoria.
Pasa el tiempo. De vez en cuando, recibes noticias, nuevos datos, pero la estaca está ahí y las dichosas manchas, también.
Todos tenemos estacas invisibles que nos atan a personas, a lugares.
Todos tenemos manchas que nos acompañan. Manchas y estacas que con el tiempo, dejan heridas y cicatrices.
Y de pronto, llega el día de las respuestas.
Por pura casualidad, puedes escribir:
- Hola. ¿Qué tal?. Espero que todo te vaya bien. Un saludo.
Un número de teléfono, otro de vuelta.
Una larga conversación.
Si, algo nos faltó por decir, por hacer, por aceptar o por negar.
Ayer, cuarenta años más tarde, volaron las estacas, desaparecieron las manchas.
Que fácil. Una llamada.
Gracias M.
Animo y suerte.
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