lunes, 13 de diciembre de 2021

La fortuna del amanecer



El vecino de enfrente lleva ya un rato levantado. Veo la luz de sus ventanas y cruza su perfil a contraluz.
Un correo, notificando un premio de 1,5 euros. ¡Wow! La fortuna me sonríe.
Otros, ofreciéndome distintas ideas de regalos navideños.
Mientras preparo el segundo café miro por las ventanas que dan al patio.
La fachada de enfrente se va salpicando de ventanas encendidas. En una, un hombre con el torso desnudo se pone una camisa blanca de manga corta. Va con prisa, seguro que llega tarde.
En otra, otro hombre abre el frigorífico y busca algo. Desparece de la visión pero el frigorífico queda abierto. Esa luz, enmarca una puerta a otra dimensión.
Otra ventana, otro ojo en la oscuridad.
Pongo música, dejo de escribir, de buscar dentro. Cierro los ojos, inspiro y noto el aroma del último sorbo de café.
Dejo a un lado la rima continua de la canción de desamor y queda alguna estrofa que anoto en mi libreta de memoria:
𝐋𝐨𝐬 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐩𝐮𝐳𝐥𝐞𝐬 𝐬𝐨𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐧𝐨 𝐞𝐧𝐜𝐚𝐣𝐚𝐧, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐬𝐢́.
Leo a Millás. Yo, de mayor, quiero ser como tu. Una estantería de un lineal le sirve para destrozarme, para hundirme en esa mirada de alma adentro. Escribo alguna frase más, imágenes que duelen.
...𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐝𝐢𝐜𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐞𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐭𝐞́𝐫𝐦𝐢𝐧𝐨𝐬: 𝐩𝐨𝐧𝐠𝐚𝐦𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐥𝐠𝐨 𝐚𝐬𝐢́ 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐮𝐧 𝐯𝐢𝐧𝐨 𝐬𝐢𝐧 𝐚𝐥𝐜𝐨𝐡𝐨𝐥 𝐨 𝐮𝐧 𝐜𝐞𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞𝐫𝐢𝐨 𝐬𝐢𝐧 𝐜𝐚𝐝𝐚́𝐯𝐞𝐫𝐞𝐬.
Con un tono monótono, el cantante le gana a Millás.
Son pocos acordes y un texto que vence.
𝐀𝐥 𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨 𝐥𝐞 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐚 𝐠𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐫𝐨𝐭𝐚
𝐘 𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐢𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝 𝐩𝐞𝐫𝐬𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞𝐩𝐚𝐧 𝐮𝐧𝐢𝐫
Gente rota, lineales vacíos. Personas fuertes, unir. Cementerios sin cadáveres. Vino sin alcohol.
Vuelvo a cerrar los ojos. No está Millás, el cantante se ha ido con la música a otra parte y noto frío en los dedos. Subo la temperatura de la calefacción. Frío, angustia.
La fortuna me sonríe. He ganado un premio, amanece.
Animo y suerte.

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