Confieso que tengo momentos difíciles.
De esos que te dan ganas de sacarle los colores a alguien por su ignorancia, por su atrevimiento al regalar su opinión sin datos, y sin criterio. Demostrando que las neuronas las tiene cerca del esfínter anal.
Escribo un par de líneas, borro y vuelvo a teclear. Vuelvo a borrar.
Busco las palabras adecuadas para que quien lo lea, no lo tome como un ataque, sino como un intento de protección, de evitarle la vergüenza que seguramente alguien con menos tacto y educación que yo, le hará pasar.
Entiendo que no todo el mundo tiene porque sentir el deseo de entender. Hay acciones que no entendemos, que no coinciden con nuestra forma de reaccionar.
Situaciones en las que unos, se agachan, otros se levantan. Pero aun en ese caso, seguro que hay un motivo para cada una de las acciones.
No hay muchas personas que para entender una decisión del Gobierno (sea del color que sea), lee el diario de sesiones del Consejo de Ministros. O busca antecedentes u obligaciones contraídas, con anterioridad, por otros Gobiernos que tal vez den luz.
Para que.
Es mejor lanzar la piedra, y rodearla de calificativos cuanto más gruesos, mejor.
Me empeño en diferenciar los ignorantes de los imbéciles. Es un trabajo imposible.
Animo y suerte.
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