Sigo en la idea de mantener la costumbre de leer poesía con mi primer café de la mañana.
Noto que me relaja, e incluso me aporta un cierto toque de ternura para afrontar las noticias, los comentarios y las opiniones que leo.
Las últimas semanas, días, no han ayudado mucho. Aniversarios de ausencias, perdidas inesperadas, y ese maldito espejo donde se refleja lo que no seré, lo que voy a ser y lo que alguna vez fui.
Mi mesa ha aumentado su nivel de desorden, pero con un toque de desgana, de procrastinación. Tengo zonas con montones de obligaciones que ni tan siquiera mantienen una simetría, y por tanto en equilibrio inestable.
Hay incluso un archivador, nuevo, impecable. Comprado con la vana intención del orden. Y ahí sigue.
Anotaciones de actividades que han quedado suspendidas por "vacaciones" mentales.
Planos, números, extractos bancarios, incluso fechas para viajar que peligran en si mismas.
Hay un apartado de odio, de rencor pero, debo confesar, no tengo claro donde está.
Tarjetas de visita, una bolsa de caramelos de menta, cables, más cables, facturas. Una hoja con una canción, otra con una dirección que no se de quien es.
Tengo la sensación de provisionalidad, de cambio pendiente de ejecutar. Como si todo indicara que voy a pintar la habitación y la escalera, los cubos de pintura, las brochas y rodillos, acumularan polvo.
Y ahora que lo digo, si, habría que dar una mano de pintura al techo y a esta desnuda pared frente a mi.
Todo es provisional, hasta el nuevo cambio y justo en ese instante, volverá a serlo porque ya habrá un nuevo cambio.
¿Recuerdas? Heráclito:
«Todo cambia, nada permanece»
Se abre un nuevo periodo en el que activar los planes. Se hace tarde.
Animo y suerte.
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