miércoles, 5 de enero de 2022

Madelman submarinista



Yo creo que la culpa fue de aquel Madelman submarinista.
Todo empezó con la frase:
"Venga, vamos a comprar los reyes"
Ya tenía edad como para tener dudas pero al igual que cualquier criatura, eran dudas y resistencia a la realidad.
No, no me lo puedo creer.
Era mucho más bonito y misterioso lo de que dos barbudos y una persona de color negro entraran en tu casa, aprovechando la noche y en vez cometer tropelías como vulgares delincuentes te dejaran regalos que tu previamente habías pedido en una carta depositada en el buzón real o entregada a un paje con mallas descoloridas.
Puede ser que en aquellos tiempos, aún no hubiera visto en vivo a una persona de raza negra, excepto a Baltasar (y seguro que era pintado con corcho quemado o con betún).
Vamos a comprar los reyes, me repetía, mientras tiraban de mi por la acera del Coso Alto.
Andaba a trompicones, totalmente ofuscado. Seguro que un médico habría diagnosticado estrés postraumático .
Tiraban de mi, mientras mi cabeza repasaba vísperas de ese día, años pasados. Madrugadas de insomnio, escuchando ruidos y pasos inexistentes. La cara de bobo que debía poner cuando alguien corroboraba mis miedos nocturnos.
Pero si yo no había dicho nada. No quería la verdad. Quería seguir. ¿Porqué?
- Mira, los camellos se han bebido el agua. Y no han dejado ni una gota del vino.
¿Camellos? ¿En el comedor?.
- Es que son Magos.
Ya. El día en que las sospechas se confirman me veo ante el mostrador de aquella juguetería, que hoy vende accesorios de cocina, pidiendo un Madelman submarinista.
- ¿Te has portado bien?
- Te traerán carbón
- Tu, ya eres mayor ¿verdad?
Aquel muñeco no tenía pies. Unos muñones se incrustaban en las aletas.
No tenía magia, no se movía solo. Si lo metía en la bañera, se hundía. Los accesorios no "hacían" nada. Dejó de ser mi objeto de deseo infantil.
Tragándome las lágrimas, pedí volver a la juguetería y devolver mi desilusión, entregar mi ilusión.
Mal día para crecer. Mal día para cambiar la ilusión por realidad.
Tal vez, algún año de estos, vuelva a escribir una carta como aquellas para pedir un Madelman submarinista.
Lo confieso, siento algo de rencor.
Dichosa noche de ilusión, dichoso Madelman.
Animo y suerte.

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